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Una de las situaciones más difíciles es decir adiós le voy a contar por qué hago dicha afirmación.  Recuerdo cuando llegué al hospital donde estaba internada mi mamá, ya había entrado en coma, presenciar su estado agónico fue muy triste y doloroso no hubo más retraso,  tomé la decisión y le hablé al oído para decirle que ella podía disponer cuándo “viajar”, no tiene idea como se me quebraron las palabras, no me importó pasar por ese sufrimiento pues yo sabía que a cambio de ello la mujer que  me dio la vida, me vio crecer descansaría al final.   No dilató mucho tiempo murió al fin, el alivio también llegó, no por eso dejé de sentir la pérdida de aquella mujer que logró en mí moldear al hombre de hoy, pienso si hubiese tenido la oportunidad de verme estaría orgullosa, haciendo uso mi fantasía le prestaré a ella algunas de sus palabras para decir lo siguiente: “a pesar de algunos sinsabores no me arrepiento del hijo que Dios me dio”. 

 

Dos situaciones hicieron más difíciles las cosas, por un lado el desprendimiento de este mundo de mamá agonizando y por el otro un arremolinamiento de sentimientos encontrados bastante difíciles de manejar, especialmente estar a la espera de la Muerte.  La fuerza de los lazos psicoafectivos hizo más difícil aceptar que ya no la volvería a ver, por consiguiente puedo decir que evado de alguna forma, explicar por qué, no recuerdo el funeral ni el día ni la hora en que fue enterrada, la negación estaba presente.  Hay un detalle curioso que llega a mi memoria, le cuento:  fue escuchar decir a mi papá en voz alta durante la misa: “ya es tarde”... Es válido en este instante señalar que mamá murió porque los años y sus dolencias ya la habían consumido, el último hálito de vida en ella estaba presente solo para tener la fuerza suficiente y emprender el viaje sin retorno. 

 

“Di gracias a Dios por habérsela llevado”. 

 hay que decir adiós…

Cuando

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