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Esconder la

        realidad…

El otro día  caminando hacia una clínica del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social -IGSS-, encontré de pronto en una esquina a una persona del sexo femenino, con un niño pequeño a su lado, quien comía una paleta  y estaba totalmente ajeno a lo que la mujer comunicaba al otro lado de la línea telefónica,   dijo lo siguiente: “no les vayás a decir nada porque entonces te van a decir que solo yo lo sabía…, pero a mi mamá solo le dieron tres meses de vida”.  Lo que llama la atención de este caso está relacionado con la necesidad de no provocar dolor a otros y al paciente desahuciado, pero esto es   discutible.  Se le dice a la persona que sus días están contados o no…   Siempre he pensado que uno debería saber que la Muerte está por llegar, la consideración la hago debido a todas las implicaciones que se avecinan, cuando se está por exhalar el último suspiro.  La señora al teléfono hace una maniobra afectiva para  esconder la realidad del proceso final del crecimiento. Es la simple negación de la negación, no querer aceptar que la eternidad no es para el humano, pues éste se ve obligado por su misma naturaleza a cumplir con ese dictado universal: nacer, crecer, reproducirse y morir… Puede considerarse un error ocultarle que le resta muy poco tiempo de vida, para quien probablemente tenga ya alguna idea acerca de hacia dónde lo pueden conducir sus dolencias.

Vuelvo a insistir es necesario hablarle al moribundo, independientemente que algunos colegas psicólogos sostengan todo lo contrario. Recuerdo que leyendo  a la Dra. Kübler-Ross, ella indicaba lo siguiente intentaré parafrasear su mensaje:   es importante mantener una esperanza no obstante cuando las condiciones vayan en contra y no a favor de que la vida continúe…, con el respeto que después de muerta me merece, no comparto su pensamiento. Como personas tenemos el derecho de saber lo que sucede a nuestro alrededor y esta es una de las circunstancias que no debe soslayarse.

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