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Nina

¡Una mascota!…  Esta experiencia es muy particular y acá voy a referir lo sucedido hace ya unos años.  Tuve una perra a quien le di el nombre de Nina, recuerdo cuando una colega me la regaló y la fui a recoger un medio día.

Me encontré con un ser viviente de un mes más o menos de edad, muy similar a una bola de algodón.  Fue creciendo, era una mezcla de  rottweiler  con viejo pastor inglés, y al llegar al año, ¡imagínese el tamaño!   La naturaleza se encargó de dotar al animal de una belleza que a cualquiera llamaba su atención.   Como es típico en los perros, cuando era cachorra le gustaba jugar, retozar, correr; costumbre que no abandonó, porque incluso siendo ya adulta continuaba con el mismo comportamiento.  Pasaron los años y Nina era muy singular en su saludo cuando regresaba a casa por la noche, me hacia el encuentro ladrando a través de una puerta de hierro por donde sacaba el hocico y permitía que le acariciara la cabeza. Era suficiente ese contacto,  para que cada quien siguiera haciendo lo suyo.  Aún en la adultez curiosamente le gustaba corretear o que la corretearan, hay hasta la fecha un jardín lo suficientemente amplio, estos instantes fueron propicios para disfrutar el momento, además lograba salirme de la rutina.

 

Ensayé un proceso de aprendizaje por condicionamiento que solo había leído durante mi formación y visto por la televisión; para Nina y “Yo” fue un juego muy lindo.  Siendo una perra inteligente  aprendió en muy poco tiempo  a sentarse y comer de mi mano, siempre fue muy cuidadosa para tomar el alimento sin morder.

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Por el tamaño que tenía, lograba en dos patas, quedar más o menos a una altura de un metro con cincuenta centímetros; pero se preguntarán a que viene el detalle de esta situación, resulta que de alguna forma se me ocurrió que podía hacerse un remedo de baile con Nina.  Déjeme contarle  como lo hice: <un día tomé a Nina por las dos patas delanteras y la levanté, luego coloqué su pata derecha a la altura de mi hombro izquierdo, rodeé su lomo con mi brazo izquierdo y sostuve su pata izquierda con mi mano derecha> el animal permitía que bailáramos, práctica que realicé varias veces.  La dificultad para sostenerse por largo tiempo en dos patas no impidió, que realizáramos el baile; usted no tiene idea del disfrute que me daba jugar de esa manera.   Además se dio algo muy curioso  cuando bailábamos, por mi altura  un metro setenta y cinco centímetros, yo la miraba así de reojo hacia el lado izquierdo y el animal igualmente me veía con la mayor tranquilidad del caso, nunca utilicé música cuando lo hacía.

 

Fueron tiempos muy felices, pero la Muerte le marcó su tiempo, el animal enfermó a tal grado que cayó postrada, el recibimiento en la puerta de metal donde acostumbraba llegar  todas las noches y ofrecerme el saludo de bienvenida, ya no fue posible; fui yo quien llegaba al lugar donde echada en una chamarra y con la particular manera de formar una especie de rosca como suele acomodarse un perro, así la encontraba.   Bajaron sus defensas y  resultó con  una conjuntivitis severa, fue necesario aplicarle un ungüento oftálmico tres veces al día y yo era el encargado de esa tarea. Luego del tratamiento la infección cedió, pero la Nina como cariñosamente le llamábamos jamás se levantó en los pocos días que vivió.

 

Fue vista por dos médicos veterinarios y al final pedí el servicio de eutanasia, todavía siento el mismo pesar y se me salían los mocos buscando ser fuerte, frente a los demás y escondiendo como si fuera un pecado el sentimiento (por la catequexis objetal) que había depositado en Nina.   Fue muy duro verla morir, luego de ser  inyectada,  el mundo de Nina se acabó, su sufrimiento había llegado al final.  Está enterrada en el jardín donde retozábamos juntos cuantas veces podíamos o había tiempo para hacerlo.  El dolor fue muy grande, me deprimí, lloré varias veces y aún se me empapan los ojos al escribir estas líneas, duele mucho, muchísimo. 

 

¿Por qué este señor narra esta historia y escribe de esa manera dirá usted? Pues no requiere ciencia encontrar la respuesta, desde la teoría psicoanalítica, puede explicarse fácilmente el porqué de esa hermosa vivencia.  El cariño, amor, lealtad del animal me fueron dando el espacio para colocar una buena catexis objetal, ¿qué es esto? Voy a tratar de explicárselo de una manera sencilla: “cuando uno coloca un interés o carga afectiva en una persona, animal, o cosa y se aferra en nuestro psiquismo puede convertirse en amor, aprecio,  o cariño como usted lo quiera llamar, entonces la catexis se establece.

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Al perder el objeto amado aparece casi automáticamente la <pérdida objetal decía, Freud>, un dolor muy grande se apodera de la persona que bien puede traducirse en desesperanza, sus efectos alteran la cotidianidad del individuo. Con el pasar de los días el dolor dependiendo de la personalidad del sufriente podrá estar ahí, pero llegará un momento donde la herida posiblemente sane y la aceptación facilitará de algún modo su resolución. Quien no puede hacerlo podría llegar en su extremo a morir ya sea de depresión o suicidándose; aquí los principios de la tercera escuela vienesa de psicoterapia creada por Viktor Frankl, lo puede explicar a través del significado de la vida.  La pérdida del sentido de vida podrá hacer caer al ser humano en un vacío existencial.  Todos hemos vivido un duelo justamente por la pérdida de…, pero estamos aquí.   Busque su propia experiencia podrá darse cuenta que lo dicho anteriormente estará reflejando una realidad.

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Cuando alguien muere y dependiendo de la relación afectiva que se haya mantenido, en esa misma dirección se sentirá el dolor.  Muchas veces lo primero que surge en la mente es un registro muy parecido a la secuencia cuadro a cuadro, como si se estuviera viendo una película, recordando una historia de experiencias que se hubiesen compartido, pero sin mantener la hilvanación de un corto o largo metraje.  En la actualidad, algunos trabajos cinematográficos han incursionado con el aparecimiento disperso de diferentes escenas  o “flashazos” estrechamente relacionadas con el protagonista, de forma similar el pariente o amigo quienes tuvieron esa cercanía con el fallecido empiezan a traer a su memoria lo que pueda o quiere recordar.  Generalmente son hechos de orden agradable, aunque no se descartan aquellos negativos, donde se vio involucrado el difunto. Unos ejemplos podrían ayudar a entender lo que estoy escribiendo:  “cuando se metieron a una piscina, río, laguna con ropa”, “el día que la inexperiencia les hizo caer en una borrachera”, “perder un dinero y no darse cuenta, cuando llega al lugar e intenta comprar el artículo se percata que lo perdió”.  La lista de los ejemplos sería interminable, pero usted al leer estas líneas en este instante podrá ensayar su memoria y traer unos recuerdos…, verá que coincidirá con lo leído.

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