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“La Muerte en cualquier dirección se mantiene a la espera de un rompimiento o desarticulación del equilibrio de un humano, para extender su mano y llevarlo a una eternidad desconocida.

 

Es una locura pensar que no voy a morir, el miedo es tan grande que me cuesta mucho atender la racionalidad de mis pensamientos para hacerme ver, que sucederá en un día, una  hora y un espacio determinado, pero lo más angustiante no saber cuándo…

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En el cimbrar de la noche, junto a una tormenta luminosa y centellante, donde la hegemonía del ciclo del tiempo sigue su curso y se pierde en el infinito, donde un día brillante y despejado, donde la fragilidad de la luz o la oscuridad de la noche.  o bajo un cielo estrellado en el remanso de la lejanía, se observa venir una figura tenebrosa con respiración sibilante, caminar lento y estertóreo, paradójicamente firme en cada paso que da y apoyándose en una guadaña, se acerca inmisericordemente, lista para ganar la batalla en un asalto final, la Muerte se ha hecho presente. 

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No será tortuoso para la Muerte, hacer acopio de su experiencia adquirida con el correr de los siglos, puesto que se ha hecho una experta en las estrategias que tiene a su alcance, para cerrar el círculo de la vida y llevarse a una persona para trasladarla hacia una eternidad desconocida, el mundo de los muertos y no regresarla jamás”.

Valga mi atrevimiento al

presentar este   breve discurso:

Edgar Arnoldo Larios Obando

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