top of page

Un caso que se aproxima a la distanasia

Me llaman un jueves para informarme que una señora,  de aproximadamente 90 años de edad, había sido llevada de regreso a casa. La semana anterior había sufrido un accidente cerebrovascular fue sometida a una neurocirugía y entró en coma.  A pesar de estar sabidos de la edad de la paciente el neurocirujano decidió hacer la intervención, pasa una semana después de haber salido del quirófano nunca despertó.

Pasados un par de días el médico les sugiere que podría hacerse una segunda intervención, utilizando otra técnica y explicándoles que el uso del instrumental oscilaba entre varios miles de quetzales, aparte, honorarios profesionales y gastos de hospital. De acuerdo a los familiares el profesional preguntaba a diario qué habían decido…, no recibió respuesta de ellos.

​

Consideran que la intervención propuesta por el galeno estaba de más, la familia está sabida del estado delicado de la persona.  Si hubiese una recuperación sería muy lenta y la posibilidad de volver a levantarse de la cama sería casi imposible.  Llega a su casa canalizada y con oxígeno, previamente la habitación fue preparada con el equipo necesario para  ayudarle a esperar lo inaplazable. 

​

Es aquí donde una de las hijas de la señora me llama más o menos a las veintiún horas para que intervenga y les ayude en la espera de la llegada de la muerte.  Doy las primeras indicaciones vía teléfono, con bocina abierta del celular al grupo familiar este se encuentra integrado por las hijas, hijos y otros parientes políticos que esperan el desenlace.   Les hago ver la necesidad de acercarse a la moribunda, hablarle al oído y despedirse, diciéndole que todo estará bien después de que fallezca. Insistí en que todos los familiares lo hicieran, es curioso que un varón nieto de la señora, hiciera todo lo posible por no estar presente, el hombre estaba desgarrado, lograron que a través del celular se despidiera. Otras dos personas tampoco quisieron seguir las indicaciones del psicotanatólogo. 

 

Al día siguiente, llego a la casa donde ya me esperaban, a eso de las veintiuna y cuarenta y cinco horas, platicamos por más de media hora. Las hijas se veían muy serenas y realmente lo que necesitaban era ser escuchadas y tranquilizadas.  Después de los intercambios verbales les indico: “pasaré a ver a la…”.  Me encuentro con un cuadro bastante dramático: una mujer intubada, con mascarilla para respirar, canalizada y además muy edematizada, no puedo dejar de señalar cuan duro fue verla postrada y en esas condiciones, había sido  una vecina muy querida.

​

Empiezo la asistencia psicotanatológica para que tome la decisión de irse y morir tranquila, una serie de afirmaciones van saliendo de mis labios, dirigidas en voz baja al oído, reforzando la idea que ella decidiría el momento final para detener la gama del sufrimiento y descansar; el tiempo fue corto, unos pocos minutos.  Llega el día viernes a eso de las diez de la mañana, recibo la llamada de una de sus hijas no quien había hecho el contacto inicial y me dice “bueno ya estuvo, murió muy tranquila”, manifiesto mi satisfacción por la Muerte que ha llegado.   Pregunto dónde la velarán y me dice todavía no sabemos, tiene que venir el médico llenar el certificado de defunción y luego trasladar el cuerpo a la funeraria para su preparación. Este proceso en Guatemala es de lo más engorroso, aunque la persona haya fallecido por Muerte natural. Desconozco cómo es en otros países, pero haciendo uso de mi fantasía, ha de ser muy similar. 

​

Más tarde recibo un mensaje donde me informan que será velada el día viernes y el cortejo fúnebre saldrá el sábado a las diez horas. Antes de la salida hacia el cementerio  asisto a la funeraria presento mis condolencias, acompaño a una de las hijas unos minutos y me despido rápidamente de los familiares más cercanos, mi intervención finalizó en ese instante.

​

La realidad, el quehacer psicotanatológico no debe quedar aquí, debería extenderse a la familia, para que puedan asimilar en los meses siguientes el proceso de duelo. En Guatemala falta un buen trecho que recorrer, los guatemaltecos no están anuentes a seguir con una asesoría de esta naturaleza, los aspectos sociales, económicos y culturales tampoco facilitan esta clase de intervención.

bottom of page